A la altura de la humanidad

Escrito por Oscar Espino Zorrilla, Columna "La Pluma de Pollo".
Hoy, quiero contarles sobre la experiencia que viví en Madrid hace dos semanas cuando iniciaba el aislamiento a causa del COVID-19.
El martes 10 de marzo, como todos los días, me preparaba para ir a la universidad a clases de la maestría; aún no existía el miedo tan marcado que causaría, días después, el COVID-19. Ese día, el martes, el gobierno de España anunció que a partir del miércoles 11 de marzo se cancelarían clases presenciales en todos los niveles, era el inicio del aislamiento. Así llegó el miércoles 11, con incertidumbre. ¿Qué pasaría? ¿Cuánto tiempo duraría? Lo peor, estaba por venir. El viernes 13 de marzo, el gobierno y empresas privadas deciden llevar todo a home office y con esto, la prohibición de salir de tu casa más que a lo necesario; mi encierro apenas llevaba 96 horas.
El sábado 14, con la desesperación de no poder salir, la incertidumbre de lo que vendría para los días próximos, y el miedo que este virus generaba con el aumento de los contagiados y los fallecidos; decidí comprar un boleto de avión que me regresara a México, una decisión sumamente complicada por que sabía los riesgos que esta llevaba, pero debo confesar que me ganó el miedo y la desesperación; me iba a ser sumamente complicado pasar el resto de la cuarentena en Madrid, sin los míos.
El martes 17 de marzo, después de 192 horas de encierro, salí del piso donde vivía con rumbo al aeropuerto, me encontré con una Madrid desierta, una ciudad callada, sin tráfico, custodiada por policías nacionales que habían montado retenes para preguntarle a los pocos automovilistas, ¿Qué hacían fuera de sus casas?, ese día, en Madrid, solo se respiraba tensión y miedo. Después de 15 minutos de trayecto, llegué al aeropuerto, un aeropuerto desolado, vacío, con policías por todos lados, no sabía si había hecho lo correcto, pero confieso, el miedo me había ganado.
Ya en el avión, un vuelo con muchos pasajeros pero sin estar lleno como suele ser común; después de 11 horas, llegamos a México. Al bajarnos del avión, nos recibieron doctores que aleatoriamente tomaban la temperatura con unas termómetros especiales parecidos a unas pistolas. Vi que en México no existía tal miedo, no existían las medidas necesarias ante esta situación. Llegando a Puebla, lugar en donde vivo, decidí aislarme por los siguientes 15 días sin tener ningún síntoma, pero por protección de los que me rodean, y al venir de un lugar que tiene muchas personas contagiadas; lo creí prudente y necesario.
Pero, a que voy con todo esto, el virus, nos vino a cambiar el rumbo, nos cambió fechas, decisiones, estilos de vida, nos truncó experiencias, buenos ratos, planes a futuro, nos enseñó, que somos vulnerables y que existe el miedo, miedo a perder algo o a alguien, miedo a estar encerrado, miedo a la incertidumbre de las cosas, miedo a que tu vida no vuelva ser la misma, miedo a que te cambien los planes que tienes trazados desde meses o años atrás. Hoy, somos sumamente vulnerables, el virus no distingue de colores, razas, códigos postales, nacionalidades, condición económica, el virus no pregunta, el virus no se detiene ante nada, ni ante nadie.
Todo esto, nos debe humanizar, nos debe hacer reflexionar. La vida misma nos pone a prueba, nos invita a ser valientes, a ser más humanos, a tener un respeto por el medio ambiente, a tener los pies sobre la tierra, a saber reconocer que no somos nada ante el miedo, que solos, es imposible y que juntos, solo juntos podemos lograrlo.
Hoy, haber regresado de Madrid, es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, estar en mi casa, con los míos pasando estos días; sin duda es más fácil que estando lejos y solo. Tú que puedes, quédate en casa, cuídate y cuídanos, tú que piensas que estas de vacaciones, reflexiona, tú que puedes, ayuda al que no, échale una mano al que no puede parar, solidarízate, y cae en cuenta de lo que la vida nos puso en el camino.
Frente a la crisis, oportunidad. Frente a este gran desafío, madurez, paciencia y unión familiar. Frente a este reto, tenemos que estar a la altura de la humanidad.