Claudia Payan

En los últimos años, México ha sido testigo de cómo el feminismo ha radicalizado sus manifestaciones a lo largo y ancho del territorio nacional como resultado del hartazgo generalizado y el rechazo colectivo a la realidad que enfrentan las mujeres de todos los estratos sociales.
En consecuencia, las expresiones de estas mujeres han encontrado como barrera el posicionamiento de una parte de la sociedad, inerte al justo reclamo, que considera que las formas no son correctas y que este exceso le quita legitimidad al movimiento feminista. En esta ocasión, no hablaremos sobre la legitimidad del movimiento feminista, la cual está fuera de toda duda, sino de las distintas vertientes feministas y el impacto colectivo que estas generan.
En primer lugar, tenemos que analizar el papel que juega el hombre en esta realidad sistémica y cómo, a través de los años, han consolidado estructuras sociales que relegan a la mujer por el simple hecho de serlo. Podemos enunciar ejemplos como las brechas salariales, el acceso a la justicia, los índices educativos y laborales, entre otros. Sin embargo, la pregunta que planteo en esta ocasión es ¿realmente existen estas brechas y son culpables los hombres de todo lo que pasa?
Camille Paglia propone una corriente disidente del feminismo donde se responsabiliza a las mujeres de ciertas conductas que las victimiza, atacando así los postulados del feminismo ortodoxo y pragmático, generando un choque de ideas en el colectivo del movimiento. Esta postura disruptiva, es la principal causa de la relevancia de su trabajo, y con el cual me identifico plenamente.
Es una realidad que las mujeres hemos ganado posiciones en el escenario mundial, ya sea en política, deportes, negocios, etcétera; sin embargo, existe aún esa percepción de disparidad entre hombres y mujeres. Las mujeres somos poderosas por naturaleza, pero el mismo feminismo "purista" se ha encargado de invisibilidad muchas de las fortalezas de la mujer en un contexto de sumisión ante el hombre.
Como mujeres debemos identificarnos como seres capaces de transformar nuestra propia realidad desde adentro, sin la necesidad de un movimiento proteccionista o sin la implementación de una cantidad inocua de leyes y disposiciones que apunten al cuidado de la mujer y a la igualdad como la conciben los propios hombres, por el simple hecho es que ya existen, tenemos leyes, tratados internacionales, acciones afirmativas y un sin fin de medidas e instrumentos que garantizan que las mujeres y los hombres contamos con las mismas garantías y oportunidades. En este sentido, la principal premisa del feminismo de Paglia es la total libertad de expresión y dejar de responsabilizar al hombre sobre aquello en lo que nosotras somos realmente las responsables.
Quiero hacer especial énfasis en que reconozco que existen fallas estructurales y sistémicas que pueden generar algunas condiciones adversas para la mujer, sin embargo, también identifico puntualmente que nos encontramos en un contexto de feminismo de élite o feminismo excluyente. No podemos ser capaces aún de generar un movimiento feminista integral, que tenga espacio para todas y cada una de las mujeres. Nos enfrascamos en discusiones vacías sobre la ideología de izquierda feminista y la antítesis natural que representa la derecha. Marginamos también a las mujeres que priorizan las labores del hogar, a aquellas que no comulgan con el aborto, a aquejas que consideran necesaria también una separación de labores y responsabilidades respecto de los hombres. Es decir, nos encontramos en una narrativa un tanto idealista de lo que el feminismo representa y en esta disyuntiva nosotras mismas estamos haciendo a un lado a un sector de las mujeres que cuentan con derechos, con voz y con ganas de aportar a un movimiento, y que simplemente tienen distintas prioridades.
En conclusión, es momento de dejar de culpar y responsabilizar a los hombres por todo. Hemos ganado la revolución sexual, tenemos un mundo en común y hemos dejado atrás la separación de hombres y mujeres. En esta nueva realidad, como lo expresé anteriormente, las mujeres tenemos la oportunidad de salir adelante por nuestros propios medios. Es difícil, sí; sin embargo, debemos reconocer que la felicidad de nosotras como mujeres no puede depender de la supresión de los hombres y sí de la solidaridad y reconexión colectiva entre todas nosotras.